Existe una correlación inversa entre la función muscular y la rigidez arterial (RA) tanto en adultos sanos como en pacientes afectados por enfermedades cardiovasculares (ECV) o con factores de riesgo de ECV, como lo demuestran 17 artículos de investigación originales publicados desde 1971. Comprender los mecanismos de estos efectos beneficiosos del ejercicio sobre la salud cardiovascular es de gran interés. Más allá de los efectos cardioprotectores, el ejercicio puede representar bien una solución terapéutica en ECV ya establecidas, bien una complicación de la actividad física exhaustiva.
El ejercicio es una intervención eficaz en el estilo de vida para reducir los factores de riesgo de ECV y eventos cardíacos.1-3 Parece que, después el ejercicio, puede ocurrir una forma de protección cardíaca.3 El preacondicionamiento físico (PAF) se establece mediante una serie de ejercicios aeróbicos intermitentes, de alta intensidad, que repetidos pueden activar un efecto protector endógeno en el tejido miocárdico contra la lesión por isquemia o hipoxia persistente.3
Revisar este tema implica tener en cuenta los estudios que investigan la compleja relación entre actividad física y salud cardiovascular.1 Particularmente, las publicaciones seleccionadas en las diferentes revisiones sistemáticas y metanálisis destacan cómo la actividad deportiva puede tener efectos opuestos en el sistema cardiovascular, que van desde impactos beneficiosos hasta la enfermedad cardíaca clínicamente manifiesta.1
Aunque los efectos beneficiosos de la actividad deportiva frente a la lesión miocárdica son bien conocidos y se han estudiado ampliamente, los mecanismos fisiológicos subyacentes no se han aclarado por completo.1, 3 Además, solo en los últimos años ha surgido este “lado oscuro” del entrenamiento deportivo, que va desde las adaptaciones morfofuncionales que se superponen con las miocardiopatías hasta las lesiones miocárdicas y arritmias como la fibrilación auricular (FA) y los bloqueos auriculoventriculares.1, 2
Existe una correlación inversa entre la función muscular y la rigidez arterial (RA) tanto en adultos sanos como en pacientes afectados por ECV o con factores de riesgo de ECV, como lo demuestran 17 artículos de investigación originales publicados desde 1971.1 La RA aumenta con el envejecimiento y la hipertensión arterial, principalmente debido a un estado proinflamatorio que ocurre en las paredes arteriales, lo que promueve una disfunción del endotelio.1
Intuitivamente, la alteración de la función vascular puede limitar el suministro de sangre al músculo esquelético durante el ejercicio, dificultando el crecimiento muscular y favoreciendo la fragilidad.1 Se sabe que el ejercicio aeróbico induce adaptación vascular, mejorando la RA, proporcional a la intensidad del ejercicio y la RA inicial.1, 3 Este fenómeno está mediado por los efectos antioxidantes y la vasodilatación inducidos por óxido nítrico.1 De esta manera, el ejercicio aeróbico promueve efectos antienvejecimiento en el sistema cardiovascular.1
Comprender los mecanismos moleculares de los efectos beneficiosos del ejercicio sobre la salud cardiovascular es de gran interés y puede tener implicaciones relevantes en la práctica clínica.1 Más allá de este efecto cardioprotector, el ejercicio también puede representar una solución terapéutica en ECV ya establecidas.1 Wang et al. demostraron, por ejemplo, una interesante correlación inversa entre ejercicio aeróbico y remodelación cardíaca en un modelo murino de miocardiopatía diabética.1
Pero incluso con los beneficios cardioprotectores y hasta terapéuticos mencionados anteriormente, el entrenamiento deportivo puede tener inconvenientes.1-3 De hecho, los deportistas tienen entre 2.4 y 4.5 veces más riesgo de muerte súbita cardíaca (MSC) en comparación con la población general, estadística que no puede subestimarse.1 Diversos autores son enfáticos en el riesgo adicional de MSC asociado con la infección y la vacunación por COVID-19, y destacan la incidencia significativa de miocarditis y pericarditis subclínicas (relacionadas con COVID-19) en atletas sanos.1
El ejercicio exhaustivo puede inducir lesión isquémica/hipóxica del miocardio, con cambios electrocardiográficos como alteraciones del segmento ST y la onda T en hombres sanos de mediana edad.3 El aumento catecolaminérgico relacionado con el sobreentrenamiento puede inducir taquiarritmias ventriculares fatales en pacientes afectados por miocarditis subclínica y miopericarditis, lo que explica, al menos en parte, el aumento de la tasa de MSC observado en 2021 en todo el mundo, en comparación con lo observado entre 2001 y 2020.1-3
La FA es la arritmia cardíaca más común en todo el mundo.2 Se asocia con un riesgo elevado de accidente cerebrovascular cardioembólico, particularmente en presencia de factores de riesgo concomitantes.2 Existe una relación dosis-respuesta inversa entre la actividad física y la enfermedad cardiovascular, y el ejercicio moderado también se asocia con un menor riesgo de FA.2 Sin embargo, el ejercicio exhaustivo se relaciona con un mayor riesgo de FA, incluso en ausencia de factores de riesgo establecidos.2
Aunque no se comprende del todo, el riesgo de FA asociado al ejercicio probablemente esté relacionado con la remodelación cardíaca causada por la exposición repetitiva a presiones y volúmenes sanguíneos elevados durante el ejercicio de resistencia.2 Si bien varios estudios demuestran una alta prevalencia y un mayor riesgo de FA en hombres mayores expuestos a la práctica prolongada de deportes de resistencia,2 los hombres deportistas parecen tener un menor riesgo de accidente cerebrovascular que aquellos no deportistas.2
El PAF puede ser una estrategia útil para reducir el área de infarto de miocardio, prevenir el aturdimiento miocárdico y aliviar la lesión inducida por el ejercicio exhaustivo.3 Se puede dividir en temprano y tardío:3
Comentario editorial
La literatura más reciente subraya una especie de dualidad del ejercicio físico en la salud cardiovascular, que va desde los efectos fisiológicos beneficiosos (cardioprotectores) hasta los resultados perjudiciales, muchos de los cuales aún no se conocen por completo y se encuentran bajo investigación. Es claro que los estudios prospectivos futuros deberán abordar aquellos mecanismos fisiopatológicos subyacentes a la fibrilación auricular, la MSC y la isquemia/hipoxia miocárdica relacionados con el ejercicio. Déjenos su opinión en los comentarios.
Codigo: AR-CG-3-9443
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