La rosácea es una patología común que causa enrojecimiento y vasos visibles a nivel facial. Corresponde a una patología crónica inflamatoria cuya etiología y fisiopatología aún no se conocen claramente. Típicamente se origina en la piel de la zona centro-facial de forma simétrica con preferencias específicas de género y edad con respecto a las cualidades de la lesión.

El rinofima se presenta casi exclusivamente en el género masculino, el rubor y el eritema suelen ser los primeros signos de enfermedad en edades más tempranas, y las telangiectasias constituyen las primeras lesiones de rosácea en edades más avanzadas. Las manifestaciones generales de rosácea son enrojecimiento, eritema transitorio o persistente, telangiectasias, pápulas, pústulas y (micro) edema.1Adicionalmente, los pacientes reportan dolor punzante o ardiente y muy raramente, sensaciones pruriginosas. A pesar de la típica localización centro-facial de la rosácea, no se puede extraer de manera concluyente una asociación causal de la composición única de la piel centro-facial (que se caracteriza por la presencia de glándulas sebáceas, redes nerviosas y vasculares densas) y el Demodex. Sin embargo, la infestación de Demodex aumenta en algunos pacientes con rosácea, y la erradicación parece aliviar los síntomas de la rosácea probablemente previniendo la formación de citocinas proinflamatorias.2<figure class="image"><img src="https://res.cloudinary.com/docred/image/upload/t_optimization/v1597092302/figura_1_fe532e3a13.webp" /></figure>La conciencia del paciente sobre la localización centro-facial de la rosácea a menudo promueve síntomas psicosociales graves, que incluyen deterioro de la autoestima, problemas para socializar y cambios en la forma en que el paciente piensa, siente o enfrenta el mundo. Algunos estudios han sugerido algunas alteraciones psicológicas y disminución en la calidad de vida de los pacientes con rosácea.3,,4La rosácea puede iniciarse o agravarse por una variedad de factores desencadenantes endógenos y exógenos, que incluyen calor, frío nocivo, irradiación ultravioleta (UV) y alimentos o bebidas. La identificación de factores desencadenantes específicos del paciente representa el pilar principal y fundamental de la terapia de la rosácea y permite una evitación selectiva y terapéutica del desencadenante. Esta estrategia es particularmente útil para prevenir o aliviar las manifestaciones de rosácea que responden dinámicamente a un desencadenante como el enrojecimiento y el eritema transitorio.La clasificación recientemente introducida de la rosácea enfatiza la importancia de cada manifestación y distingue las características de diagnóstico (signos) de las características principales y secundarias (síntomas).5 En forma resumida, los cambios fimatosos y el eritema centro-facial persistente se consideran las únicas características diagnósticas (signos) de rosácea, mientras que el rubor, las telangiectasias y las pápulas/pústulas inflamatorias se consideran síntomas principales y solo en combinación pueden sugerir el diagnóstico de rosácea. El dolor punzante o ardiente, el edema y la sensación de resequedad se definen como características secundarias de la enfermedad. La piel de los pacientes con rosácea se caracteriza por procesos inflamatorios (infiltrado perivascular o pilosebáceo), vasculares (dilatación), linfáticos (dilatación), glandulares (hiperplasia) y fibróticos disregulados, una composición que refleja el proceso multivariante de la enfermedad. Simultáneamente, esta imagen histológica heterogénea sugiere el evento fisiopatológico poco claro del comienzo de la rosácea.

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